Cuando supe que estaba embarazada me dio un ataque de risa. En aquel momento creí que eran los nervios pero, ya que han pasado cuatro años, me doy cuenta que aquella risita incontrolable era un efecto secundario del pánico. Mi esposo se quedó petrificado. Su mirada se perdió por segundos y cuando se recompuso por el notición, solo alcanzó decir: felicidades. Así no más. Sin emoción en sus palabras. Sin duda, también estaba impactado. Lo adjudico también al pánico. Luego ambos lloramos. Es lo que relata la historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario